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lunes, 15 de agosto de 2011

En los Ocios de mi Padre #4 - El mal negocio de la lectura.


La lectura es un mal negocio. Esta aseveración no debería causarle extrañeza, en primera instancia, a cualquiera, tanto a los asiduos lectores como a quienes el texto impreso les provoca salpullido; leer es un mal negocio: ocupa mucho tiempo, requiere de una gran concentración y esfuerzo mental, incluso físico, y la inversión que requiere quizá sea muchísimo mayor al provecho material que pueda obtenerse en retribución, al menos en el plazo inmediato. ¡Por qué diantres nos quieren endilgar entonces a todos el negocio de la lectura!
              Así es, la entrada de esta ocasión tratará de explicar, en la medida del entendimiento de su humilde autor, por qué la estrategia hasta ahora generalizada de inculcar el hábito de la lectura da tan, pero tan malos resultados.
              Antes de otra cosa, primero cabe muy bien aclarar que por negocio de la lectura no me refiero a la industria editorial, ni al trabajo de publicación de los autores. Diría (y los tendría ya a todos muy mal acostumbrados) que esos serían tema para otra entrada, sin embargo, ellos pertenecen al ámbito de los negocios per se, y ese, claramente, no es el tema de este blog. De hecho, hay que diferenciar de una buena vez que cuando aquí hablemos sobre el negocio, no hablaremos de lo que se infiere comúnmente por tal, la industria, los servicios de carácter económico y la mercadotecnia, sino de todo aquello que representa el contraste del ocio; es decir, el negocio es toda aquella actividad que realizamos como servicio a los demás, o como servicio a nosotros mismos, cuya finalidad es cubrir las necesidades de nuestra forma de vida, tanto las básicas y fisiológicas, como algunas menos instintivas y más opulentas. Por supuesto, no quiere decir de ninguna manera que estas actividades y su propósito sean negativas; en palabras más llanas, en ningún momento pretenderé decir, ni querré que ustedes intuyan, que el trabajo es malo, o que deberíamos todos darle rienda suelta al ocio sobre el terrible negocio, opresor de la sociedad. De ninguna manera; pero por si les queda alguna duda, mejor lean la entrada de la semana pasada. Sírvanos por ahora que el negocio de la lectura no es lo mismo que el negocio de la oferta y la demanda de libros.

No, no es lo mismo.

           Pero, caray, al grano. Pregunta: ¿por qué leemos? Existen muchísimas razones, y la mayoría ni siquiera tiene que ver con el sólo gusto de hacerlo. La mayor parte de nuestras lecturas, a veces incluso de quienes las disfrutamos plenamente, son por causa de ocupaciones de negocio. Un reporte en la oficina, la lección escolar de tarea, revisar los correos electrónicos de los clientes o de los alumnos, hasta ordenar archivos en orden alfabético u organizar los productos en un estante involucran en alguna medida a la lectura como una herramienta para el desarrollo cotidiano de labores de negocio.
               Lo anterior ya esboza una percepción de la lectura como más un mal necesario que una satisfacción. Pero definitivamente ésta no es la razón por la que a todos a quienes les fastidia la lectura no hacen el menor esfuerzo de cambiar tal condición; sería como si a quienes no les gusta hacer ejercicio lo explicaran diciendo lo inconveniente que es levantarse del sillón y movilizar los músculos de sus piernas para llegar hasta el baño. El problema es que en muchos, casi todos los patéticos esfuerzos sociales (los más mediáticos y políticos, aunque muchas instituciones educativas ni se molestan en tratar algo distinto) por promover la lectura, lo hacen promoviéndola como negocio, y como ya vimos, leer es muy mal negocio.

"I don't care, reading is serious business."

                “¡Leer es bueno para  ti, para la sociedad, promueve el pensamiento productivo, los valores y la imaginación, te vuelve más inteligente, permite la solución de problemas, agiliza la mente, lava la ropa, paga tus impuestos, cura el cáncer!” (Casi todas) estas afirmaciones de hecho son ciertas, y de ellas son de quienes los no lectores (el término políticamente correcto) se privan, y privan a su comunidad de sus beneficios. Pero todos ellos son consecuencias, resultados subyacentes y tangenciales del principal aliciente de la lectura, el gusto por ella misma. Si a eso añadimos molestos imperativos como “lee al menos media hora diaria”, “léele un cuento diario a tus hijos” o “lee, o si no la ruina absoluta de este país será enteramente culpa tuya”, se despoja por completo a la lectura de su carácter íntimo, emotivo, crítico e intelectual, y se remplaza por una insulsa pseudoresponsabilidad cívica, similar a la que quieren meternos a patadas en la cabeza por votar o por la participación ciudadana, todos ellos fines muy loables en sí mismos, pero cuyos medios simplemente no se justifican ante la mayoría, y dudo que gente como Elba Esther sea más consciente de ello que de algo distinto a su perpetuación política o la periodicidad de sus inyecciones de botox. Habría que mencionar en este momento, si es que soy lo bastante afortunado como para tener algún lector fuera de México, que la situación a la que me refiero es particular de este país, pero no se aleja demasiado del contexto de otros países latinoamericanos.
                Terminaría simplemente diciendo, y suponiendo que casi todos los que están leyendo esto ya son algo más que lectores casuales, que en contraste con lo anterior, la lectura es un excelente ocio… Mmm… una excelente actividad del ocio (que injusto que el negocio sí pueda ser un objeto y no sólo una categoría. En fin.) Tiene todas las características de las que hablamos en la última entrada, junto con muchas otras muy particulares que valdrían la pena, ahora sí, tratar en ocasiones posteriores. Por lo pronto, sepan, y hagan saber, que la lectura es un bien, un deleite y una forma de pasar buen tiempo de buen ocio. Disfrútenla, y nos seguimos leyendo.

PD: Les dejo la página de Facebook del blog para que “les guste” y estén enterados de cada publicación, y no tenga que estar molestándolos personalmente.http://www.facebook.com/pages/En-los-Ocios-de-mi-Padre/175265455874900

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