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martes, 4 de octubre de 2011

Filosofía de Butaca #1 - Cinéfilos y cinéptas

Prefacio:

¡Ah, caray! Un mes sin entradas. Sí que me hace falta más ocio. ¿Y lo peor? Esta entrada es invitada. El invitado de ahora... de hecho soy yo, pero con una colaboración externa, escrita con fines algo distintos a los de blog, aunque con un tema hermano, el cine. Seguramente notarán el tono bastante menos soez de este artículo, pero lo añado para no dejar al blog tan solito, y porque el asunto que trata es más que pertinente.
       Sín más, los dejo con la primera sesión de Filosofía de Butaca.

Cinéfilos y Cinépatas


Bien, lectores y degustadores de cine y de la cháchara filosófica, sean bienvenidos a Filosofía de Butaca, en donde estaremos hablando de cine; particularmente, hablaremos y pensaremos sobre la experiencia del espectador desde la butaca, no sólo, y de hecho en la menor medida, de películas en particular, sino de todos los elementos que se involucran en el delicioso, relajante, excitante, catártico, abrumante, desgastante y a veces confuso arte de la apreciación cinematográfica. Si se encontraron con el artículo anterior, seguramente ya tienen una buena idea de nuestra dinámica.
                Tratemos en esta ocasión una cuestión, me parece, bien emblemática de esta experiencia, pese al hecho de que muy pocas veces pasa por la mente de quienes tenemos la costumbre de presentarnos con regular frecuencia en las taquillas.
              El asunto es el siguiente: existen dos clases de personas que asisten a las salas, aquellas a quienes les gusta el Cine (mayúscula deliberada), y aquellas a las que les gusta ir al cine. Los primeros se caracterizan por tener, en general, y no necesariamente de carácter sobre-especializado, un conocimiento cinematográfico amplio, actores, directores, géneros y demás datos básicos acerca del pasatiempo que tanto disfrutan. Y créanme cuando digo que no me refiero exclusivamente a algunos de los gurús de la cinematografía de los que seguramente conocen uno o dos, de esos que enlistan la filmografía entera de los cineastas de culto, o señalan las características clínicas de los parteaguas de uno u otro género, pues no cualquiera tiene la oportunidad de adentrarse en este, por desgracia, no tan amplio sector; se trata simplemente de la responsabilidad y privilegio personal de disfrutar lo que se ve en el cine, siguiendo exclusivamente el gusto propio, sin repetir hipócritamente lo que algún crítico de pantalla diga, o alabar cintas clásicas que de plano no pudieron soportar hasta el final. A esta variedad de individuos los llamaremos cinéfilos.
                El otro sector de la población peliculera se conforma por personas algo menos comprometidas con la producción fílmica, de gusto que no llamaré inferior, pero sí menos identificado, que decide qué película quiere ver no al momento de escuchar sobre la fecha de su estreno o de enterarse espontáneamente de alguna reseña, sino en el momento de escanear la cartelera a metros de la ventanilla de los boletos. Personas que tienen la costumbre, evolucionada a veces en compulsión patológica, de asistir cada miércoles o cada sábado a su sala de proyección favorita, sin importar la naturaleza de su oferta, porque, caray, lo que no faltará serán películas que ver. En el más informado de los casos, escogerán su película por los actores que aparecen en ella, que los buenos cinéfilos sabrán, no es tan mala idea de vez en cuando, pero los actores no indican por ellos mismo la calidad de las películas en las que aparecen (“I’m looking at you, Johnny Depp”). A este bastante más amplio círculo me gusta llamar cinépatas, porque para ellos el cine es más impulso que gusto.

"Ahhh... miércoles... miércoles de 2x1... ahhhh..."

                Pese a la aspereza de la última afirmación, no creo, en principio, que la segunda postura sea esencialmente mala o peor que la primera, o que hubiera que evitarla en favor de la contraria. Creo que el cine, como toda forma particular de manifestación artística, no tiene que acaparar la atención o el gusto absoluto de quien quiera disfrutarlo de forma ocasional. Yo por ejemplo, no soy ningún experto sabedor de pintura, no conozco muchos más nombres que los clásicos o los muy publicitados, no sé reconocer en su entera constitución sus elementos formales, perspectiva, iluminación, tendencia, etc., como sí podría hacerlo con la fotografía, el guión o la edición; no son de ninguna manera limitantes estos aspectos de mi formación (o falta de ella) para asistir a una muestra o galería, aunque no sepa bien realmente a lo que me enfrento, y no dejo de gozar una experiencia como ésta, como no debieran dejar de disfrutar un película los aficionados casuales.
                El problema es que el cine, como medio, es fundamento de la percepción estética de la sociedad actual. En términos más bondadosos: todos vemos cine, no es nuestra elección preferir al cine como uno de nuestros pasamientos predilectos; es pasatiempo predilecto de todos, aún de quienes no les gusta realmente, de quienes no lo aprecian en su totalidad, que, reitero, no es por inmadurez o irresponsabilidad (al menos no en muchos de los casos), sino por el más puro gusto particular, individual. Nuestro contexto cultural no ofrece alternativas artísticas para que quienes no se interesen naturalmente por los filmes, pudieran hacerlo por la arquitectura, la fotografía, el teatro, o ya por lo menos por formas de cine distintas a las de la oferta convencional, tema seguro para otra sesión de filosofía butaquera.
                Por lo pronto, y para terminar de una buena vez, los dejo con esta reflexión: el cine es para disfrutarse, por quienes lo quieran disfrutar, por todos, pero no pretendamos que todos deban ser expertos analistas, ni que todos debamos de dejar de tomarlo tan en serio; espacio y oídos hay para todos. Pero sí recomiendo que no se conviertan en cinépatas, no se acostumbren a ir al cine, gócenlo, y si no tienen ganas de cine, hay muchas otras experiencias por descubrir; si se dan la oportunidad, seguramente expandirán los límites de todas las áreas de su vida, y cuando regresen a las salas, los esperaré junto a mi butaca.