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martes, 9 de agosto de 2011

En los Ocios de mi Padre #3 - Los vicios ni madre tienen.

Acá en los Ocios de mi Padre tenemos –todos– el propósito de descubrir la manera en que la Cultura del Ocio enriquece nuestras vidas y la vida de nuestra actual sociedad, no desde un punto de vista científico-sociológico, sino de la sociedad como la realidad de convivencia en la que nos movemos y deshacemos todos los días. Y es que, en efecto, la Cultura del Ocio es un bien de la humanidad (al menos de la que tiene acceso a ella), pese a lo que la palabra “ocio” pueda remitir; y de ese aspecto es de lo que se tratará nuestra actual entrada, bien habidos lectores.
                Piensen, y sean sinceros, ¿a qué les remite la palabra ocio? ¿Qué sensación les causa en primera instancia? ¿No les hace pensar en tiempo muerto, en algún regordete rascándose la panza sobre el sofá, o en dos personas sentadas apoyando los codos sobre una mesa, apoyando a su vez la cabeza sobre las manos, esperando iluminación providencial sobre algo mejor que hacer que estar ahí sentados? En efecto, la palabra ocio ha sido mal interpretada durante mucho tiempo como todo lo que hacemos o el tiempo que desperdiciamos en actividades sin provecho, momentos en los que “estamos de ociosos” o en los que nos vemos a la inmisericorde merced de “la madre de todos los vicios”. Y aunque estoy, como la mayoría, seguramente, de acuerdo con que cosas como rascarse la panza sin al menos estar viendo las noticias sí que es perder el tiempo, el ocio es algo completamente diferente a eso.
                Si se toman la molestia de ir un momento a www.rae.es (no se preocupen, aquí los espero), y buscar el significado de nuestra querida palabra, se darán cuenta de que ocio significa simplemente tiempo libre y las actividades a las que nos dedicamos en él, lo cual ya nos da una mucho mejor perspectiva que la convencional; no obstante, me gustaría hacer hincapié en una de las definiciones:

“Diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman regularmente por descanso de otras tareas.”

                Esto ya nos da una muy benévola percepción del concepto: ocio no es sólo tiempo libre, sino tiempo de esparcimiento y descanso de lo que otra parte de la definición llama “principales ocupaciones”. Y esto último es precisamente lo que durante tanto tiempo ha dado tan mala reputación al ocio, o al menos a lo que se entiende por tal; pero vayamos por partes.
                La palabra se originó, como la mayor parte de nuestro español, en el latín, donde se llamaba otium, literalmente, como yo lo vimos en el diccionario, tiempo de descanso, principalmente, tiempo de desaceleración de otras actividades, usado principalmente para la reflexión. La otra parte del tiempo debía usarse entonces para actividades diferentes al descanso, obviamente nos referimos al trabajo. ¿Y cómo llamaban al tiempo de trabajo entonces? Para distinguirlo categóricamente del tiempo de esparcimiento le llamaron nec otium, es decir, no ocio, tiempo de no descanso. Hum… Para adelantarles sus propias conclusiones, esto indica que, al menos para los romanos, que eran los que hablaban latín, no era necesario inventar un término para referirse al trabajo, sino sencillamente distinguirlo del resto del tiempo ocupado en filosofar y demás pasatiempos constructivos, lo cual indica su importancia social. Y, por si no lo habían notado ya, nuestro concepto, negocio, viene de eso ocio negado, nec otium, de los latinos.
                El anterior breviario lingüístico nos señala que el ocio era asimilado como algo esencialmente positivo, en el que las personas encontraban un equilibrio de su cotidianidad. Había justo tiempo de trabajo, y justo tiempo de descanso. No obstante, desde el despunte de la era industrial, la sociedad convirtió al ocio en un antivalor, mientras más tiempo se dedicara al negocio, mucho mejor, más ganancias acumuladas, más éxito personal y empresarial, las personas se empeñaron en trabajar horas extra y en dedicar el tiempo de no negocio en simplemente cumplir con su rol social hasta que llegara de nuevo la hora de trabajar. El ocio entonces era una pérdida de tiempo, y por lo tanto, de dinero. Se consideró improductivo dedicar tiempo a actividades que no estuvieran relacionadas con la industria o servicios que remuneraran con bienes materiales. Tristemente, esta visión permaneció así durante prácticamente todo el siglo XX, por lo que nuestros abuelos, y muchos de nuestros padres también, simplemente no podían tolerar que un joven adulto pudiera gastar una tarde de entresemana yendo al cine y no reparando fugas en la tubería del baño, o que un niño no se pusiera a estudiar en lugar de jugar con sus carritos (entonces no era tan fácil tener videojuegos en casa), a pesar de que ese día no le hubieran encargado tarea.
                Y no vayan a malinterpretar, por favor. Por supuesto que no estoy a favor de menospreciar el trabajo productivo por el tiempo de esparcimiento; no obstante, no estoy a favor de lo contrario tampoco. El punto es probar que ambos son igualmente importantes, tanto para la integridad individual como para la convivencia social.
                El argumento más fuerte a favor de este tema es que el ocio no es tiempo perdido, simplemente no es tiempo de productividad material o económica, e incluso eso no es absolutamente cierto. Piensen en cuántas cosas han aprendido mientras veían una película, mientras escuchaban una canción, y por supuesto, mientras leían una novela o un cuento. O seguramente habrán muchos de ustedes, o al menos amigos o conocidos, que hayan descubierto su pasión profesional desarmando computadoras, diseñando ropa o tocando un instrumento, precisamente en su tiempo libre, y no estudiando o trabajando (de nuevo, no porque esté criticando eso). Yo, por ejemplo, he podido dedicarme a enseñar inglés, mi actual empleo, gracias al interés que los videojuegos me desarrollaron por esa lengua desde pequeño. El ocio es tiempo dedicado al entendimiento de nosotros mismos, nos conocemos más a nosotros cuando vemos una película y nos reímos de algo que los demás no ven, o nos quedamos callados mientras los demás gritan o lloran, y al darnos cuenta de eso, reconocemos ante qué clase de situaciones reaccionamos de una o de otra manera. Lo mismo sucede al ver un partido de futbol, al participar de una conversación de amigos en un café o al salir a estirarse al parque con la familia. El ocio nos hace mejores seres sociales, y mejores individuos, porque es parte de nuestra naturaleza, sencillamente no podríamos funcionar sin el descanso y el esparcimiento.
               Así que conviértanse en ociosos productivos, porque también puede desperdiciarse el tiempo para el ocio, pero eso es tema para otra entrada… de hecho no hablé de muchas cosas que traía en mente para  hoy, pero al menos eso me asegura no quedarme sin cosas que decir para el futuro. Pues a darle entonces, y a seguir descubriendo que en los Ocios de mi Padre también nos es necesario estar.

PD: Para más información sobre este tema, chequen este artículo, muy informativo ;D
Y entre otras cosas, quería citar y ahondar más en lo que el buen señor Michael Ende tiene que decir al respecto en Momo, pero esto ya se estaba alargando demasiado y tan maravilloso libro da para su propia entrada, si no es que para muchas más. Por mientras no hago más que recomendarlo amplísimamente.

2 comentarios:

  1. Mateo 12:36 Mas yo os digo, que toda palabra OCIOSA que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio;

    jaja, pos como ke combinaba el versiculo!!

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  2. El ocio resulta ser la madre de la creatividad! Ou yea! Jejeje....
    P.d.- tu escrito esta muy "algaribesco" mandalo a la revista algarabía a ver que sucede! Nada más que sea en tu tiempo de ocio ... Aideé Borunda

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