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viernes, 17 de abril de 2015

Lo importante permanece: a un año de la muerte de Gabriel García Márquez

El jueves Santo en que murió Gabriel García Márquez estaba yo descansando de doce horas de caminata valenciana. Desde la habitación en que me hospedaba escuchaba estruendos emocionados desde algún bar cercano. Esa noche se jugó la final de la Copa del Rey ahí en Valencia, disputada entre -quién más- el Barça y el Real Madrid. Entré a Twitter para curiosear el marcador. Para alguien a quien el futbol, menos aún el español, no comporta gran relevancia, buscar casualmente información sin demasiada importancia resultó en una sorpresa estrangulante, al menos durante los primeros momentos, que las noticias estuvieran mucho más consternadas con la muerte de, pese a quien le pese, el autor más importante de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
Afirmo categóricamente que me incomoda como a pocos el endiosamiento de autores o de cualquier figura ejemplar, la obligación cultural de leer porque "hay que leer" a tal o cual señor, ilustre maestro, genio infinito, galardón de la humanidad; nadie es nada de eso. Pero como alguna vez leí decir en un prólogo a la obra de Antonio Machado, el señor es quizá el autor más importante de la poesía realista y modernista española hacia el final del siglo XIX; decir que es el más importante no es decir que es el mejor, sino eso: que importa.
Gabriel García Márquez importa, importa mucho. La importancia de los autores (y de cualquier cuestión cultural y social para lo que viene al caso), no es intrínseca a los textos y los autores; se otorga voluntaria, aunque inconscientemente a aquello que encontramos resuena con nuestra esencia. La obra de Gabo ha resonado siempre. Se sigue estudiando, se sigue considerando, se sigue citando. Gabo sigue importando, como importan todavía Homero, San Agustín, Dante o Cervantes. Demos, pues, su lugar a lo importante.

***Apéndice
No dejo de recomendar los imperdible de Gabo, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y Crónica de una muerte anunciada, para empezar a hacer cayo, pero por razones muy particulares la novela de García Márquez más cercana a mi corazón es El general en su laberinto. Podría llamarla la prosa más sobria del autor, quizá por el tremendo respeto e implacable responsabilidad que el tema le infundía: los últimos días de la vida del general Simón Bolívar, el Libertador de la Gran Colombia, de la que todos pudimos alguna vez ser ciudadanos, la que pudo haber sido el imperio más grande de la Historia.
Aquí mi cita favorita del texto:
“Era el fin. El general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se iba para siempre. Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado con pulso firme hasta la semana anterior, pero a la hora de irse no llevaba ni siquiera el consuelo de que se lo creyeran.”

domingo, 15 de septiembre de 2013

En los ocios de mi padre #11- Su reflexión patriótica ocasional

Aunque pudiera percibirse lo contrario, usar de excusa fechas conmemorativas para voltear la atención a uno u otro tema me parece de la más natural y saludable, precisamente porque la fecha le da la relevancia necesaria para que quienes no le prestarían atención en otro momento, de perdida se quejen de lo trillado que es hablar de la Navidad en Navidad o de amor en san Valentín (yo mismo me encargo de dirigir la acometida quejumbrosa en este último). Por eso me parece más que apropiado escribir algo sobre el Día de la Independencia de México que se celebra el 15 y el 16 de septiembre; así es, dos días, porque se vale, y si no, le piden una explicación a don Porfirio Díaz.
                Lo que me gustaría llamar a la reflexión con esta bonita excusa es a considerar nuestra propia opinión acerca de la realidad histórica y social que no has tocado vivir, la cual, estaremos todos de acuerdo, no es ni la mejor ni la idónea. Está más que claro que nuestra situación demanda opinión y participación inteligente, que no vale seguir la corriente de protocolos oficiales como si todo estuviera color de rosa (mexicano, por supuesto). Sin embargo, una malsana y amargada postura pesimista que cree que no hay ninguna razón para celebrar en nuestro país no vale por participación, señoras y señores; bájenle a su berrinche, por favor.
                En el último año de mi vida profesional y personal (que, les adelanto, es una y la misma, y así es para todos, por más que lo nieguen) me he dedicado a estudiar la importancia de la historia como conocimiento y realidad en nuestra vida diaria, en la manera en que vemos todo lo que nos rodea. No lo digo como presunción (o al menos, no nada más por eso) sino como preámbulo que me ha llevado a pensar sobre lo que nos hace a todos, en general, y a cada uno, en lo individual, miembros de una comunidad, parte de un pueblo y a reconocernos como mexicanos. Y siendo mexicanos, damas y demás, con todo lo que eso implica, me parece que hay muchísimo que celebrar.
                La historia no es únicamente la sucesión de hechos en el tiempo que nos ha traído hasta este punto. La historia no es la culpable de que lo que está mal en la sociedad permanezca así; lo explica, sin duda, pero ello no es razón para desdeñarla, no es justificación para decir que Hidalgo fue un embustero y egoísta, o que Juárez fue un machista empedernido, y que, por lo tanto, necesitamos deshacernos de esas “falsas ideologías históricas”. Ahora, tampoco estoy afirmando lo contrario; permítanme elaborar.
                No únicamente lo que consideramos malo o injusto de nuestra realidad está ligado con nuestra historia; TODO está ligado con nuestra historia, lo que valoramos, lo que consideramos mexicano, lo que creemos que vale la pena rescatar precisamente de ese fango terrible de la injusticia, la corrupción y el mal gobierno. Tan importante es para los tamales, el mariachi y el tequila que Iturbide haya sido su Alteza Imperial del Primer Imperio Mexicano como que luego se haya “elegido” (no fue así de simple, claro, pero había otras opciones) un gobierno republicano, que, nos guste o no, es lo que más o menos tenemos el día de hoy. Lo que somos ahora, lo que quisiéramos ver libre de la opresión política actual, es fruto de esa historia que nos liga a todos, que nos da identidad, y que representa, a pesar de todo, la esperanza de lo que queremos ver logrado en el futuro.

                Así que, ¡Viva México!, porque si lo dejamos de desear, de gritarlo a todo pulmón, como emblema nacional, vivir es justamente lo que no va a hacer. ¡Viva!

martes, 16 de julio de 2013

En los ocios de mi padre #10 - Mitos de la lectura


A pesar de los muchísimos (y desgraciadamente cercanos a la realidad) índices que muestran lo poco que se lee en nuestra sociedad, un simple chapuzón facebookero como el que muchos acostumbramos darnos diariamente da abundante cuenta de que la lectura se ha convertido en una actividad bastante chick y buena onda, como lo son también tomar café y andar en bicicleta. Quizá no estemos en medio de un considerable auge de la comunidad lectora, pero sí en el de la intercomunicación de distintos intereses con el que cualquier miembro de las sociorredes se pude identificar e interactuar con quienes los compartan. Por supuesto, esta nueva (bueno, ni tanto, bien que estamos todos enterados) exposición pública de la lectura como actividad propia de una identidad particular le es bastante provechosa a esta cultura falta de individuos pensantes, críticos objetivos y con un criterio sanamente desarrollado, características todas ellas de quienes disfrutamos e invertimos tiempo en esta empresa tan magnífica que es la lectura.
                ¡Y que se la creen! ¿De veras piensan que tanto facebookeo y tuiteo (ocasionalmente un poquitín de tumblereo, por qué no) de frases de Benedetti y caricaturas de princesitas abrazando libros es el anuncio del Segundo Renacimiento? ¡Pues claro que no! Eso sucederá cuando se desarrolle la primera inteligencia artificial; pero ésa es otra historia. No piensen, por favor, que condenaré aquí implacablemente tan superficiales costumbres; como dije antes, compartir por estos medios el gusto por la lectura es únicamente benéfico para la misma, si bien algo viciado por el carácter insubstancial de las tendencias en las redes sociales. Seguramente todos los promotores culturales hasta antes del siglo XXI se dan de topes contra la pared al contemplar lo que logra la misma comunidad a través de estos medios que múltiples programas institucionales simplemente no pudieron. Pero entre tantas bondades se filtran algunos mitos que permean aún la concepción de la actividad lectora, que pese a quien le pese, mantiene a muchos alejados de esta bonita práctica. Has llegado al fin, querido lector y lectora, al meollo de esta entrada.
                Dediquémonos, pues, a enumerar y disipar algunos de estos mitos de la lectura, no necesariamente auspiciados por editorial alegre, vívida o jacarandosa alguna:
               
1. Leer te vuelve automática e irrevocablemente una mejor persona. Quizá el mito más ampliamente difundido entre la mayoría es que los lectores (definamos bien el término: personas que acostumbran dedicar tiempo de su rutina a leer libros impresos, lo digital todavía no cuenta, y a invertir dinero, que cualquier otro gastaría en el cine o en el antro, en adquirir dichos libros) son mejores personas.
No se entienda que los lectores ayudan siempre a las ancianitas a cruzar las calles, sino que simplemente saben más, entienden más y hablan más (a esto último no le falta argumentación, la verdad), por lo que se desarrollan de mejor manera en el entorno social. Lo peor es que éste es un mito de dos sentidos. Muchos lectores se creen todo eso y discriminan prejuiciosamente a quienes no completan los requisitos de esta descripción.
Lo cierto es que el solo acto de leer no vuelve a sus ejecutores en todos unos emblemas de la decencia, el juicio y el buen gusto. Charles Manson, el famoso asesino que creía que el apocalipsis consistía en que los negros se quedarían sin modelos de conducta humana después de asesinar a todos los blancos, cuya profecía descubrió en la letra de “Helter Skelter” de los Beatles, era ávido lector de textos sagrados hebreos y musulmanes, los cuales se sabía al dedillo. Por el contrario, es perfectamente posible que un no-lector tenga un criterio ampliamente desarrollado, pues la información y el rendimiento intelectual provienen de la experiencia de vida misma, no de actividades específicas. Ver películas o tener conversaciones es tan importante para nuestro criterio como leer un libro, lo que cuenta es cómo se aprovecha la información adquirida.

2. Se debe leer al menos 20 minutos al día, 5 veces por semana y después de cada comida. Este mito se relaciona directamente con el anterior. Como para ser mejor individuo hay que leer, pues hay que proponerse y cumplir religiosamente una rutina de lectura. El tiempo recomendado por los especialistas de los reality shows mexicanos es de 20 minutos, pero hay que consultar al médico para que recete la dosis apropiada.
                Esto es claramente falso. No existen cuotas que cumplir cuando se trata de una actividad recreativa. La única regla sobre cuánto leer es la que cada quien encuentre durante su lectura. Si no leen un día, o varios, no se les va a colapsar la sinapsis ni les caerá la policía cultural. Se lee lo que se quiere, y lo que se pude, pues leer es un ejercicio de ocio. Para todo hay hora debajo del sol, dijo el sabio.

3. Si no va a acabar el libro, ni lo abra; leer es cosa de machos. Dicen por ahí que la disciplina es una virtud. Estoy completamente de acuerdo, pero la disciplina tiene que ver más con la voluntad que con la obligación, y no es obligación de nadie acabar todos los libros de los que lea más de la primera página. Así como es perfectamente aceptable salirse de una sala de cine porque la película nomás le escupe sandeces en la cara a la gente, también es posible cerrar un libro y dejarlo donde estaba (también hay que guardar un poquito el decoro) si de plano es una lectura que no motiva interés. Es mucho mejor terminar un solo libro del que queden ganas de retomarlo muchas veces, que muchos libros a los que jamás se quiera regresar.

4. Si no has leído el Quijote, estás intelectualmente incapacitado para leer cualquier otra cosa. Dijo Harlod Bloom, crítico y teórico literario de la segunda mitad del siglo XX, y tenía toda la boca llena de razón, que no hay tiempo suficiente en el mundo para leer todo lo que hay que leer; entonces se dio a la tarea de hacer una lista de los autores más importantes de la cultura occidental, desde el Renacimiento hasta el siglo pasado. La lista incluye únicamente 26 autores, empezando por Shakespeare, y por ahí alcanza a meter a Borges con calzador, pues el señor (todavía) es gringo y les dio preferencia a los escritores en su idioma. Queda claro que si uno quiere leer todo lo que hay que leer, pues con que se eche alguna obra de cada uno de los escritores de esta lista ya estará bien enterado de todo, y lo demás vendrá por añadidura. ¡Pero ay de aquél que ose saltarse a uno de estos grandes y prefiera seguir leyendo Los juegos del hambre, 1Q84 o el Hobbit, que está otra vez de temporada!
                Pues no señoras y señores. A menos que estén dedicándose a reafirmar o refutar las teorías de don Bloom, el único requisito que debe cumplir un libro para ser digno de su atención es que tengan ganas de leerlo. A mí, que sí me dedico a esto de la fantochada teórico-literaria, me preguntan regularmente qué libro les recomiendo o cómo deben seleccionar una obra cuando van a la librería. Después de un concienzudo trabajo metodológico, he desarrollado la siguiente técnica: 1) vaya usted a la librería de su preferencia, ya sea por cercanía o porque tenga barra de café; 2) recorra cuidadosamente los estantes y asegúrese de pasar por cada uno, sobre todo si están separados por género y tema; 3) si en cualquier momento se encuentra usted con un título, autor o portada que le llame la atención, tome el libro y lea la contraportada; si el libro cuenta con cejillas en las portadas con información extra, leerlas contribuirá a realizar una mejor elección; 4) finalmente, si tras leer toda la información anterior queda usted interesado en el resto del contenido, pase a la caja registradora para realizar la transacción pertinente, lleve el libro a un lugar cómodo con buena iluminación, y proceda a leerlo. Siguiendo estos sencillos pasos, podrá usted estar seguro o segura de que ha hecho una buena elección.

                Bien, hay muchos otros mitos que abordaré en otra ocasión, por ahora basta con estas consideraciones. La mejor recomendación es que simplemente lean lo que quieran, cuando quieran, y no se dejen influenciar, formen su propio criterio y defiendan sus intereses. Claro está que cambiar de opinión es parte importantísima de este proceso, por lo que no deben sentirse presionados ni defraudados cuando llegue a suceder, todo lo contrario.

                Nos veremos luego para otra sesión ociosa. Hasta la próxima.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

En los ocios de mi padre #9 - Sus notitas de gramática diaria. Vol. III

Volumen III de las notitas de gramática diarias.


#15 - Una sugerencia: no es que sea yo muy víbora, pero casi nadie que conozca sabe sugerir, y se la pasan explicando todo aunque digan que lo están sugiriendo. Como que unas buenas clases de vocabulario les vendrían muy bien; digo, ahí a quien le caiga el saco.
     Ahora, una recomendación: No digan que van a dar una "sugerencia" cuando van a explicar su idea. Las sugerencias son sugerentes, o sea, indirectas. Si lo que quieren es hacer notar lo buenas que son sus opiniones, valdría más "proponer" o "recomendar", porque eso de sugerir a veces no funciona con los más distraídos, aún con todo y sus no sugeridas explicaciones.

#16 - A propósito de preposiciones.
     Acá en México la cultura es una sarta de misterios que bien vale la pena dejar sin explicación. Por ejemplo, es muy común escuchar que las amas de casa o los anfitriones de carne asada llamen a la gente a sentarse "en la mesa". Los comensales entonces responden sin la menor contrariedad y se dirigen al comedor. Lo peor de todo es que cuando uno se prepara para ver el espectáculo de viejecitas o eminencias políticas trepándose al mueble como se esperara, todos terminan sentándose "a la mesa", pese a la clara instrucción antes dada, de lo que el anfitrión no tiene el menor cuidado.
    Así las cosas. Ya tienen el dato, para que no se pierdan en la traducción de costumbres y le hagan caso a eso de comer encima de los muebles.

#17 - "Casi" es un adverbio; "prácticamente", también, y casi se parecen, pero prácticamente tienen funciones distintas. "Casi" es para cuando algo se aproxima mucho en apariencia o en modo a otra cosa, como cuando uno está casi seguro de que "prácticamente" sirve para lo mismo, pero en realidad sirve para cuando algo funciona igual que lo original, aunque no lo sea, como que un Vocho y un Beatle no son iguales, pero "para efectos prácticos", funcionan para lo mismo. Y ya avisados, usen las palabras prácticamente correctas, para no parecer casi listos, que lo casi casi, por más que se acerque, no es lo mero mero.

#18 - México pasa por un periodo crisis social, todos los sabemos. Y aunque recurramos a escapes tan bonitos como aprender de gramática y delicadezas semejantes, la gente se empeña en recordarlo una y otra vez, sobre todos los conductores, que aprovechan cualquier irrupción vehicular para hablar del "tráfico" esto, y el "tráfico" aquello. Qué tienen que ver los percances en el "tránsito", la circulación de vehículos por las vías urbanas, con cualquier clase de "tráfico", la transportación y comercio ilícito de cualquier bien, no me queda muy claro, pero si prefieren vivir enajenados en temas que tanto turban el alma, allá ellos.

#19 - Los aniversarios son asuntos muy bonitos, aunque se entiende cuando a algunos no les cae en mucha gracia que se repita una fecha, sobre todo cuando el número se ve más feo cuanto más grande... o el cónyuge, cada quién. Lo que no se vale es disimularlo por pura flojera, porque eso de que celebren el 52 aniversario de esto o aquello se escucha y se lee de lo peor, más aún cuando escrito se resuelve con un simplísimo "°". Dicho sí hay que ponerle un poquitín más de empeño, pero piensen en la satisfacción de desenrollar "quincuagésimo segundo" frente a la muchedumbre absorta ante tan apabullante elocuencia. Si de plano no se acuerdan de cómo se llama cada uno de los números ordinales, arrímense un rato a una clase de 3er año de primaria.

#20 - A ver, indios, ya es hora de que aprendan. Aunque seguramente los indios ya saben, y eso que no hablan español; así que mejor se los explico a ustedes: indios son las personas originarias de India. ¿Pues que no esos son hindúes? Bueno, sí, la mayoría, pero no todos, que ya muchos son cristianos. ¿Y los indígenas? Pues depende, porque habría que saber primero indígenas de dónde, porque indígenas somos todos, pero de diferentes regiones. Si todavía no entienden, no es porque sean (o no) indios, hindúes o indígenas; lo que son, probablemente, es bastante zafios.

#21 - ADVERTENCIA: Para facilitar la experiencia del espectador, la siguiente notita será exhibida en REDUNDOVISIÓN. Disculpe las molestias que esto pueda ocasionar.
     En la vida suceden eventos arbitrarios que ocurren sin ser previamente planeados. Si tales eventos fueran previstos con anterioridad, podrían enfrentarse de mejor y más apta manera, pero ya no serían "eventos" fortuitos, sino proyectos ya anticipados con antelación. Por lo tanto, uno no puede decir que "va a ir a un evento" en la escuela o a la plaza, porque los eventos no se planean. La "actividades" a realizar, en cambio, si deben ser premeditadas de antemano, de lo contrario, podrían presentarse "eventos" con eventualidad irregular, y eso sí que no se pueden prevenir.

Éste fue se volumen III de las notitas de gramática diarias. Hasta la próxima.

lunes, 24 de septiembre de 2012

En los ocios de mi padre #8 - Sus notitas de gramática diarias. Vol. II

2° volumen de las Notitas de gramática diarias.

#8 - Al grano: "camuflajeado" está mal. No, no importan cuántas veces la hayan escuchado, repetido, ni a qué eminencia político-literario-antropológica se la hayan fusilado, así no se dice. Es "camuflado". La manera más fácil de recordarlo es pensar en el verbo "aterrizar", que no se convierte en "Esperemos que todo haya salido bien y el avión haya aterrizajeado con éxito". Listo. Ya pueden dejar de "avergonzojearse" involuntariamente... Ese último ejemplo fue camuflado por motivos enteramente pedagógicos.

#9 - Su notita interactiva. Señalen las diferencias:
  • ¡Ay de aquellos hombres que se anegan en los pantanos del amor!
  • Hay de aquellos hombres que prefieren remar la segura balsa de la indiferencia.
  • Ahí, de aquellos hombres que esperan que lleguen solitas, las muy incautas.
Sí, ahí hay respuesta a sus incógnitas morfológicas, que seguro les apuran tanto aclarar. ¡Ay de aquél que la siga regando!

#10 - O sea, es decir, la expresión que se emplea para replantear la idea anterior, se compone de dos palabras, o sea que debe ser escrita con un espacio en medio. Esto a penas se entiende, penas de andar escribiendo mal para que lo corrijan a uno, pero a poco no se siente rebonito cuando ya sabe uno expresarse bien adrede, y no "al drede", como muchos libertinos del lenguaje.

#11 - Una de las más bonitas gracias de nuestro español es el subjuntivo, que si la gente entendiera del todo, podría usar correctamente. Para aclararlo un poquitín, olvídense de eso de que "el hubiera no existe"; sí que existe, pero nomás si lo usan como condicionante, y no como consecuencia, que para eso está el pospretérito (otro bonito artilugio castellano). Esto seguro ya lo habrían entendido si yo hubiese usado ejemplos, o, si hubieran puesto atención, no tendrían que andar preguntando, pero ya que insisten: "Si hubieras escrito esto como lo estás leyendo, hubieras estado mal, como mal está esta oración."
Ahí se las dejo de tarea.

#12 - Lo echado hecho está, y después de echado se puede deshacer si lo echaron muy recio. Si después de echado lo hecho se deshace, seguro ya no es más que desecho, y los desechos deshechos se echan a la basura. Punto. Si el hecho es que lo dicho no echa luz sobre el asunto, les deshago la duda para que la desechen: "Las latas se echan al bote, y los desechos también. Los deshechos, que ya no están hechos, se reciclan para no tirarlos."
PD: "Hechar" las cosas no es más que desecho del lenguaje, mejor desháganse de eso.

#13 - Resolvamos la ancestral interrogante: ¿Por qué? Pues porque es pregunta; mejor expresado, porque son dos palabras, una preposición y un pronombre. Si fuera respuesta, sería conjunción, y sería una sola, porque escribir "por que" (sin acento) no tiene ningún uso. Eviten, pues, usar la conjunción "porque" en preguntas, o la interrogación "¿por qué?" en afirmaciones, a menos que sean muy duchos en esto de la sintaxis y salgan con joyitas como "¿Porque te crees muy listo me vas cambiar la palabras?", o "Si supieras por qué ésta no es una pregunta, no andarías tan errado."

#14 - ¡LAS MAYÚSCULAS SIEMPRE SE ACENTÚAN! Siempre. No existe, en ésta nuestra era de la información y despliegue digital, razón alguna para dejar de acentuar las mayúsculas... a menos que no les haga falta, claro. Y ya metidos en asuntos capitales, la única razón para usar mayúsculas en un texto son las siglas. Si quieren hacer énfasis, para eso están las cursivas y los signos de admiración. Otras circunstancias serán evaluadas con base en cada caso. Muchas gracias.

Éste fue su volumen II de Notitas de gramática diarias. Hasta la próxima.

viernes, 10 de agosto de 2012

En los ocios de mi padre #7 - Sus notitas de gramática diarias. Vol. I

¡De vuelta al blog! Sí, que sí. Sin más ni  más, aquí el primer volumen de las notitas de gramática tan de moda en mi perfil de Facebook.

#1 - No se puede prometer algo que ya sucedió. Si le quieres asegurar a alguien más que algo ya ha ocurrido, o que te consta un hecho, se dice "te lo aseguro", o su variante más mística, "te lo juro", pero no puedes decir cosas como "Mi novia está más buena que el Santo y la Madre Teresa juntos, te lo prometo", o "¿No me crees? Te lo prometo que sí terminé de ver el último capítulo de Grey's Anatomy sin cortarme los brazos."

#2 - Y ahora un momento de reflexión: ¿de qué le sirve al hombre envidiar lo que ya tiene, si de todas maneras no lo comparte ni consigo mismo? Le valdría más ser "egoísta", así de perdida él va a disfrutarlo. Mi recomendación es que no sean ninguna de las dos, y si hay alguien que no quiere compartir lo suyo, háganle notar que es un "egoísta", y que ustedes se "mueren de la envidia" por que les convide aunque sea un poquito. Así que no sean envidiosos, mejor pidan amablemente, verán cómo se le quita lo egoísta su prójimo.

#3 - Aunque vengamos de haber venido bienvenidos, cuando sólo podamos recordarlo tendremos que decir que vinimos, porque ya no venimos, ¿por qué? Pues porque ya llegamos. En términos menos barrocos, "vinimos" es para el pasado, cuando ya no venimos, y "venimos" y es cuando apenas vamos, en el presente. Diremos entonces "Venimos huyendo de la tormenta que se vino", justo ahora, o "Desde que vinimos, la lluvia nomás viene que viene", porque la venida fue ya en el pasado.
PD: En cualquier caso, quien diga "veniste", pues que pase a regresarse, que eso no lleva a ningún lado.

#4 - Pese a lo que... gran parte de... los usuarios de la... Internet... pudieran sugerir... he comprobado personalmente que... al contrario de lo... dicho por la cultura... popular... el uso indiscriminado de... puntos suspensivos en un texto no... propicia la secreción de... endorfinas... no produce altos índices de... placer... ni permite alcanzar... estados psicológicos ni... espirituales de satisfacción... personal.... Qué lástima...
     En concreto, el uso correcto más recurrido, que no el único, de los puntos suspensivos es dejar una oración o idea inconclusa. Ejemplo: para saber cómo usar los puntos suspensivos, el secretó está en...

#5 - ¡Vamos a haber! Sí, habremos de ver para qué sirve haber la buena costumbre de usar correctamente los verbos. Si quieren ver, pues abran (sin hache) bien los ojos. Y si quieren haber, pues ahí búsquenle el modo. Veamos, pues, unos bien habidos ejemplos: "A ver, díganme si va a haber bronca." o "Para que puedas ver, vamos a la óptica, allí ha de haber lentes."

#6 - Es hora, digo yo, de asentar base a nuestros argumentos. ¿Cómo? A base de confianza y seguridad, con base en el uso de la inteligencia, pues en base a... ajem... perdón; pues envase adecuado de las buenas ideas es el buen lenguaje. No salgan entonces con burradas "en base al" mal juicio, que de plano ni bien dicho está. Les queda más bonito así: "Con base en los últimos resultados, la selección mexicana puede ganarle a los otros equipos a base de meter más goles que ellos."

#7 - Percibo una falta muy grave cada vez que alguien pasa desapercibido. Resulta que para sobresalir y tener éxito en la vida hay que saber "apercibirse" con inteligencia, astucia, o de perdida con un buen gas pimienta, de lo contrario pasaremos "inadvertidos" ante los ojos de la buena ventura. Mejor es apercibirse hasta los dientes, parafraseando a la sabiduría popular, porque eso de "pasar desapercibido" es de incultos y no de soldados camuflados, quienes más bien "pasan inadvertidos" después de apercibirse, o armarse, con su militar atuendo.

Éstas fueron sus notitas de gramática, Vol. I. ¡Hasta la próxima!

miércoles, 29 de febrero de 2012

En los ocios de mi padre #6 - Ficciones de vida

Ficciones de vida

“Una vez más, la realidad supera a la ficción” cita el célebre juicio popular, hablando de noticias que perturban la cotidianidad: avionazos presidenciales (o secretariales, al menos), terremotos bíblicos, eras glaciales contemporáneas y demás escenarios que ya antes se han planteado en las múltiples disciplinas del imaginario, cine, TV, y por supuesto, literatura.
Cómo negarlo. La verdad es que este es un  mundo, y un México, sin duda, revolucionado constantemente por el avance tecnológico, las disputas ideológicas y las nuevas realidades sociales; poco vale en estos días preocuparse por situaciones ajenas a una realidad que, por otro lado, merece nuestra perpetua atención, no sea y se nos escape de las manos. Paradójicamente, el estado todavía, aunque siempre cambiante, de posmodernidad en el que se desenvuelve nuestra civilización tiende en gran medida a ocuparse del aislamiento mental que proporcionan las actividades de recreación como las que se mencionaron –siendo la lectura siempre el último lugar del maratón, por desgracia.
            Pero no es esta recreación –esta ociosidad, si se quiere– un medio como la catarsis griega para la liberación del espíritu, o un espacio para el ejercicio crítico ni el análisis; es en cambio un abismo de alienación en el que las conciencias colectiva e individual se dejan perder por unas horas al día, un antifaz de falsedad que permite olvidarse por completo del hipercambiante plano de lo tangible, de lo que conduce y trastoca nuestras andanzas insomnes.
      ¡Pero esto es el absoluto opuesto de la ficción! La ficción es precisamente el entendimiento de la realidad, la apropiación del entorno a través de un análisis estético y de una transportación racional y emocional de experiencias reales. Conforme al cliché, la poesía –y por extensión la literatura y el arte en general— transmiten sentimientos, de la misma manera que transmiten ideales, perspectivas, realidades enteras. ¿Son falsos estos sentimientos y estas ideas? ¿Son las experiencias vividas en libro o una película propias del lector o el espectador? Caray, ¿son experiencias si quiera?
            Por supuesto. Toda experiencia de la realidad sufrida (o gozada) a través de la ficción es en efecto una experiencia de vida. Podemos llamarnos tan expertos en navegación trasatlántica como el más condecorado capitán de marina si hemos leído tantas novelas de corsarios y exploradores como veces aquél haya atravesado el océano. ¿Son iguales las experiencias presenciales (por no diferenciarlas como reales) a las ficticias? Definitivamente no; de hecho, ni siquiera son esencialmente similares, pero las diferencias que las delimitan en ningún momento convierten a la ficción en experiencias falsas.