El jueves Santo en que murió Gabriel García Márquez estaba yo descansando de doce horas de caminata valenciana. Desde la habitación en que me hospedaba escuchaba estruendos emocionados desde algún bar cercano. Esa noche se jugó la final de la Copa del Rey ahí en Valencia, disputada entre -quién más- el Barça y el Real Madrid. Entré a Twitter para curiosear el marcador. Para alguien a quien el futbol, menos aún el español, no comporta gran relevancia, buscar casualmente información sin demasiada importancia resultó en una sorpresa estrangulante, al menos durante los primeros momentos, que las noticias estuvieran mucho más consternadas con la muerte de, pese a quien le pese, el autor más importante de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
Afirmo categóricamente que me incomoda como a pocos el endiosamiento de autores o de cualquier figura ejemplar, la obligación cultural de leer porque "hay que leer" a tal o cual señor, ilustre maestro, genio infinito, galardón de la humanidad; nadie es nada de eso. Pero como alguna vez leí decir en un prólogo a la obra de Antonio Machado, el señor es quizá el autor más importante de la poesía realista y modernista española hacia el final del siglo XIX; decir que es el más importante no es decir que es el mejor, sino eso: que importa.
Gabriel García Márquez importa, importa mucho. La importancia de los autores (y de cualquier cuestión cultural y social para lo que viene al caso), no es intrínseca a los textos y los autores; se otorga voluntaria, aunque inconscientemente a aquello que encontramos resuena con nuestra esencia. La obra de Gabo ha resonado siempre. Se sigue estudiando, se sigue considerando, se sigue citando. Gabo sigue importando, como importan todavía Homero, San Agustín, Dante o Cervantes. Demos, pues, su lugar a lo importante.
***Apéndice
***Apéndice
No dejo de recomendar los imperdible de Gabo, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y Crónica de una muerte anunciada, para empezar a hacer cayo, pero por razones muy particulares la novela de García Márquez más cercana a mi corazón es El general en su laberinto. Podría llamarla la prosa más sobria del autor, quizá por el tremendo respeto e implacable responsabilidad que el tema le infundía: los últimos días de la vida del general Simón Bolívar, el Libertador de la Gran Colombia, de la que todos pudimos alguna vez ser ciudadanos, la que pudo haber sido el imperio más grande de la Historia.
Aquí mi cita favorita del texto:
Aquí mi cita favorita del texto:
“Era el fin. El general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios se iba para siempre. Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado con pulso firme hasta la semana anterior, pero a la hora de irse no llevaba ni siquiera el consuelo de que se lo creyeran.”