Prefacio:
Pues al fin les cumplí aquello de la frecuencia irregular. Por desgracia, ese será el ritmo de las actualizaciones, por lo menos durante el futuro perceptible, pues mis actuales ocupaciones demandan muchísimo de mi tiempo… y esa es una excelente razón para seguir pensando y hablado sobre el ocio, que tanta falta nos hace.
Aprovecho este momento para invitarlos a aportar material invitado, el cual recibiré y publicaré con mucho gusto para no dejar tan abandonado este espacio. Sin más pues, a por el tema de esta ocasión.
El asunto que abordaré ahora, tendré que admitirlo, es uno en el que soy un verdadero neófito, o al menos, más bien un aficionado que un buen sabedor; y un aficionado muy reciente, para consolidar mi inexperiencia. Es la Internet. Pero tengo una excusa bastante buena, me parece, y es que el mundo mismo a penas comienza a sacarle provecho a esto de la hipercomunicación y el espacio informático infinito.
¿Mi postura frente al fenómeno emblema de la generación del sigo XXI? ¡Me encanta! De verdad creo, desde el más recóndito rincón de mi interior, que gracias a la Internet pasamos por la mejor época de florecimiento cultural que la humanidad haya atravesado jamás; en palabras del amigo de un amigo: la Internet permite a cualquiera ser un hombre del Renacimiento. Piensen en la maravilla de esta afirmación: todo el conocimiento, el intelecto, la creatividad y los productos de esta creatividad colectados y al alcance del menor esfuerzo de investigación. Aunque tal sentencia no sea (aún) completamente cierta, lo que le falta es en realidad muy poco, poco que será asimilado irremediablemente conforme la cultura de la información absorbe al resto de la cultura (pensamiento de apariencia apocalíptica, pero conforme el conservadurismo exacerbado se le va descamando a uno de la piel, es más fácil de digerir y aceptar con gusto). ¿Qué habría significado hacer una afirmación como ésta, no digamos hace 100 o 200, hace 20 años, a un pasante de doctorado, a un reportero, a un historiador o a un artista? ¿Toda la información del mundo desde una misma fuente, una titánica base de datos que hable al mismo tiempo de medicina, geografía, pintura, cine, mecánica y turismo? Quizá nosotros mismo no nos damos cuenta de la magnitud de ello, viviendo inmersos en ella todos los días, pero lo cierto es que viendo el cuadro desde la perspectiva adecuada, tenemos una de las ventajas más provechosas y aprovechables de la historia de la humanidad consciente. Y cabe mencionar que éste es sólo un solo aspecto de la Red, el aspecto del acceso a la información, pero cualquiera de los más improductivos usuarios de Facebook diría que gran parte del encanto de la Internet no es lo que le sacamos sino lo que le metemos, que no todo es aportación.
No obstante, el motivo para sacar del archivo este tema y no otro de los muchos que están aún pendientes es una nota que vi en un noticiero, y que por desgracia no he podido corroborar (qué mal, Internet, yo hablando tan bien de ti…), que dice que aquí en México tenemos el primer lugar internacional de consumo de ocio por Internet: 80% del tiempo que cada mexicano promedio ocupa conectado a la Red se dedica actividades de ocio. ¿Pero que maravilla, no? Que los mexicanos usemos Internet para desarrollar nuestro intelecto, reflexionar, disfrutar formas de expresión creativa y aprender sobre temas diversos a través del portal mágico a la información universal, suena bastante bien; 80% quizá sea mucho, pero bueno, al menos no lo usan para perder el tiempo por no tener nada… Un momento… se refiere a esa otra definición de ocio, de la que hablamos la otra vez aquí y de la cual nos queremos deshacer por incorrecta y perniciosa, esa definición de ocio… Con una…
Pues sí, los mexicanos usamos la Internet para perder el tiempo; más precisamente, la mayor parte este tiempo se usa en revisar cuentas de redes sociales, ver videos y comunicarse mediante servicios de mensajería instantánea como MSN Messenger. Personalmente, creo que por sí mismas, en teoría, estas actividades son mucho más valiosas de lo que se perciben –la mensajería instantánea en menor medida, pues no es más que un medio bastante informal, pero tiene sus ventajas.
No obstante, el uso práctico de estas alternativas es mucho menos que loable. Las redes sociales, Facebook en particular, no se usan para mucho más que para la mejor definición que haya experimentado alguna vez de perder el tiempo; en realidad la gente hace absolutamente nada en el tiempo que invierte en las redes social, desde publicar estados como “Me duelen los pies” o “Se me atoró un cacho de elote en los dientes” (con mucho peor ortografía, claro) hasta etiquetar con 20 nombres las 200 fotos que las chicas de secundaria se toman en los espejos de los baños, el mismo día, en la misma sesión fotográfica. Ver videos en youtube, por otra parte, no se aparta de ver alguna de las 50 distintas iteraciones y remixes del más reciente percance entre el ser humano y el alcohol captado por alguna cámara sin mejores objetivos; el FUA es el más reciente, o al menos es el último del que he tenido noticia.
Tanto la percepción que describí al principio como el uso enervante e improductivo de la Internet no son demasiado reveladores en ellos mismos, pero comparadas, definitivamente hacen surgir la reflexión sobre cómo y por qué razón una fuente tan maravillosa como es la Red puede desaprovecharse de manera tan absurda, y… bueno, de hecho ese es el propósito de esta entrada, despertar esa reflexión y movilizar una solución.
Y no se trata de ninguna manera de reprender a cualquiera que no está descubriendo los pormenores de las invasiones sarracenas o leyendo columnas editoriales de alcance internacional por seguir la cuenta de Twitter de los chistes de Ninel Conde. El tema aquí es que la Internet ha desarrollado su propio lenguaje de entretenimiento y contenido, y existen opciones valiosísimas que únicamente se encuentran en línea: historietas y animaciones flash, cortometrajes, series cómico-documentales, documentales tradicionales sobre temas no tanto, pintura y arte gráfico, incluso literatura independiente (caso al que estoy particularmente afiliado con una página que auspicio y que al rato les presumo), todo con un tono que se va consolidando cada vez más y de manera más contundente, que además impacta a otros medios y que más pronto que tarde dejará de escapar de las serias miradas académicas que tanta falta le hacen. Existen, por supuesto, los miles y miles de sitios dedicados a todos los temas que interesan a cualquiera, desde la cartelera hollywoodense de la semana hasta los últimos avances en la clandestina ciencia fringe, así que absolutamente nadie tiene excusa para no aventarse un chapuzón, o de perdida refrescarse en algún chapoteadero.
Y empezar es de lo más sencillo, basta con googlear (falta hablar también del bonito vocabulario webero) la palabra y el tema que nos interese y comenzar a profundizar; pero si quieren algo más específico, les recomiendo páginas como StumbleUpon, que los manda directamente a contenidos relacionados con los temas que les interesen. Les recomiendo también checarse un programa de ForoTV que trata precisamente sobre contenido interesante en Internet, Fractal, que si no los convence, al menos se echan un buen taco con la guapa que anuncia los sitios.
Ufff… vaya que faltan cosas por comentar, pues como ven, esto de la Amplia Red Mundial me tiene embelesado, pero no es para menos. Bástenos ahora reflexionar, y si ya lo habíamos hecho, hacer reflexionar a otros sobre el potencial que tiene para nuestro provecho intelectual y recreativo. Nos leeremos en la próxima, acá en los Ocios de mi Padre.
Les dejo links a Stumble y a PublicaLibre, la página de publicación literaria que estoy apoyando, en la cual además pueden publicar sus propios trabajos, y pueden además contratar el servicio de corrección de redacción y estilo: